- Parte del sentido de la vida es preocuparse por los demás y ayudarlos. Esta idea la comparte la mayoría de la gente, incluso los no religiosos. Una vida dedicada por completo a hacer avanzar nuestros propios intereses es una vida limitada, insatisfecha.
- Todos, tanto los religiosos como quienes no lo son, entendemos el valor de la familia. Le damos prioridad a las necesidades de las personas más cercanas a nosotros por la importancia que tienen en nuestras vidas y por nuestros fuertes lazos afectivos.

- Pero muchos de nosotros, los no religiosos, como muchas personas religiosas, también nos preocupamos por quienes están fuera de nuestro círculo más íntimo. Reconocemos nuestras obligaciones para con quienes están conectados con nosotros únicamente por nuestra humanidad compartida. Nos comprometemos a ayudar a los demás, simplemente porque son seres humanos que lo necesitan.
- Nuestra preocupación por los demás va más allá de la ayuda material. También los respetamos como personas. Todo el mundo tiene la misma dignidad y derechos, no importa su raza, etnia, género, orientación sexual... o religión.
- A este respecto, la evolución de la religión a lo largo de la historia ha sido variada. Ha habido muchos líderes religiosos que han hablado elocuentemente a favor de los derechos humanos y se han opuesto a la opresión. De todos modos, demasiado frecuentemente, el dogma religioso se ha utilizado para despojar a las personas de sus derechos y marcar a ciertos grupos como menos valiosos que otros. El dogma religioso ha justificado la esclavitud, la subordinación de las mujeres y el asesinato de gente de diferente fe. Incluso en democracias avanzadas, la religión todavía se usa como una justificación para denegar sus plenos derechos a los gays y lesbianas.
- Los no-religiosos rechazamos firmemente el concepto de un pueblo elegido. No deberíamos tener dogmas que dividan a los humanos en diferentes grupos excluyentes. Nuestro círculo de solidaridad debe abarcar a todos en la comunidad mundial.
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